Woody Allen es uno de esos personajes públicos tan prolíferos como controvertidos. En efecto, podríamos argumentar que los creadores siempre han tenido un porcentaje bastante alto de ambos ingredientes y que es precisamente su ausencia de moderación, es decir, su exceso de genio y de controversia, lo que les convierte en genios. Esta evidencia es la que permea en las películas del cineasta neoyorkino y, sobre todo, en los temas que las componen, y que recogemos en este monográfico: la ambigüedad moral, la incapacidad para buscar sentido a la vida, la falta de control sobre el propio destino, las raíces religiosas que nos gobiernan, los fantasmas internos y un largo etcétera.

En este sentido, nos gustaría hacer una breve referencia al dilema de Eurípides para contextualizar nuestro punto de vista del autor que orquesta esta obra colectiva. El dilema de Eurípides, una metáfora basada en las obras del dramaturgo griego, describe situaciones en las que los personajes se enfrentan a decisiones difíciles o moralmente ambiguas, donde no hay una opción claramente correcta o incorrecta. Estas decisiones suelen poner en conflicto valores como la conciencia, la justicia, la verdad, el duelo, el amor o la lealtad. Su resolución es siempre trágica en un sentido etimológico: trágica no por desembocar en la catástrofe, sino por tener que renunciar a una parte muy importante de lo deseado.

Coords: Santiago Mayorga Escalada y Sheila López-Pérez

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