La lucha por los lectores es, en estos momentos, una de las batallas más cainitas que jamás se hayan visto en la república de las letras. Una serie de factores están empujando a que la oferta de textos sea cada vez más desbordante. El mayor tiempo de ocio de una población crecientemente formada, con vida más saludable y larga, genera un número creciente de escritores potenciales que no existían en el pasado. El descenso de la comunicación oral interpersonal, la necesidad de comunicación de experiencias vitales y el narcisismo inevitablemente asociado a un mundo crecientemente individualista y competitivo estimulan que un creciente número de personas materialice en textos sus vivencias, opiniones o ensoñaciones.

Aunque los críticos literarios no lo reconozcan, los más voraces lectores no alcanzan hoy a leer, y ni siquiera a conocer las referencias, sino de una fracción cada vez más pequeña de la producción literaria global. Y es obvio que sin conocer una aproximación del universo literario malamente se puede tener criterio para una selección informada.

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