Uno de los retos de la universidad del siglo XXI es transmitir el conocimiento generado por sus investigadores/as para aplicarlo con fines socioeconómicos o, lo que es lo mismo, la transferencia. De hecho, la innovación y la transferencia del conocimiento a la sociedad y al tejido productivo contribuyen a aumentar el bienestar social y económico y, de esta manera, permiten al ciudadano visualizar la rentabilidad de la inversión que se hace en las universidades y centros de investigación. Además, la transferencia del conocimiento al tejido productivo es esencial para conseguir la transformación progresiva de nuestras empresas hacia una economía basada en el conocimiento. En este sentido, la última edición de la Conferencia RedOTRI, concluyó que, aunque se ha avanzado mucho en este ámbito, aún queda camino por andar. La transferencia de conocimientos es el proceso mediante el cual los resultados de investigaciones, los descubrimientos, los hallazgos científicos, la propiedad intelectual (PI), la tecnología, los datos o los conocimientos fluyen entre las diferentes partes interesadas. Cabe destacar, en este sentido, que la transferencia de conocimiento no se hace solo a través de las ciencias experimentales, de la salud, o las tecnológicas, sino que también hay transferencia de conocimiento en el ámbito de las ciencias sociales, las humanidades y a través de la ciencia jurídica.
Ahora bien, para que ésta tenga lugar de forma efectiva es indispensable implementar nuevas estrategias de innovación no solo en los procesos de investigación, sino también de formación y docencia. El ejemplo más paradigmático lo constituyen la aplicación de las herramientas que proveen las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC) en las aulas. Estas herramientas ayudan a conectar a los docentes y discentes con la realidad social. Es necesario, pues, adaptar el método el medio. En este sentido, los parámetros de evaluación de la calidad docente del profesorado universitario también se encuentran en constante evolución, al igual que los perfiles curriculares exigidos para su promoción académica. Sucede así en todos los países de nuestro entorno. Se quiere con ello favorecer la evaluación integral de la actividad del profesorado universitario en sus tres dimensiones: investigación, transferencia y docencia.