En la última década y coincidiendo con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la ciudadanía ha asistido a una explosión de medios de comunicación que, sin embargo, no ha reforzado su derecho a la información. Más propuestas, especialmente digitales, no han supuesto más pluralidad debido a la escandalosa concentración de medios y la globalización de una información tratada como pura mercancía. Esta continua evolución ha llegado a los periodistas en un momento profesional y laboral muy delicado en el que, víctimas de una feroz crisis económica, han tenido que decidir forzosamente entre plegarse a las condiciones impuestas por sus medios o perder su empleo. Por supuesto, no en todos los casos ha sido así y, frente a unas redacciones diezmadas han surgido los opinadores profesionales, verdaderos adalides de sus grupos mediáticos que han cumplido a la perfección una doble función: reafirmar los contenidos autorreferenciales de sus cabeceras (Santín, 2009) con independencia de su valor noticioso y formar a la opinión pública en una visión unilateral y acorde con el pensamiento dominante. De esta manera, la información hoy no es sinónimo de veracidad y cada vez se aleja más de la idea de bien social.
Periodistas ante el derecho a la comunicación de la ciudadanía
Colección Comunicación y Pensamiento
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